LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Gálatas 3:15-20; Génesis 9:11- 17; Mateo 5:17-20; Éxodo 16:22-26; Génesis 15:1-6.
PARA MEMORIZAR: “Porque si la herencia es por la ley, ya no es por la promesa; pero Dios la concedió a Abraham mediante la promesa” (Gál. 3:18 ( CB ) ).
CIERTA VEZ, ALGUIEN LE PREGUNTÓ A UN POLÍTICO: “¿Has cumplido todas las promesas que hiciste durante la campaña?” Él respondió: “Sí… bueno, al menos todas las promesas que tenía la intención de cumplir”.
¿Quién no ha estado, una que otra vez, en una punta o la otra de una promesa incumplida? ¿Quién no ha incumplido una promesa alguna vez, o a quién no se le prometió algo que luego no se cumplió?
Afortunadamente para nosotros, las promesas de Dios son completamente diferentes. La Palabra de Dios es segura e inmutable. “Yo hablé, y lo haré venir; lo he pensado, y también lo haré”, dice el Señor (Isa. 46:11).
En la lección de esta semana, Pablo dirige nuestra atención a la relación entre la promesa de Dios a Abraham y la ley dada a Israel 430 años después. ¿De qué manera debería entenderse la relación entre ambas, y qué implicaciones tiene eso para la predicación del evangelio?