Motivación:
La historia del rey Onri (885-874 a.C.). El Antiguo Testamento presenta un caso interesante para estudiar el punto de vista de Dios sobre la historia. Hay trece versículos dedicados a la vida de ese rey infiel, y terminan con este solemne resumen: “Y Omri hizo lo malo ante los ojos de Jehová, e hizo peor que todos los que habían reinado antes de él” (1 Rey. 16:25). Aparentemente los escritores bíblicos no desearon gastar muchas palabras con él.
Sin embargo, si examinamos la literatura arqueológica y extra bíblica, surge un cuadro diferente. Se lo menciona en la Estela de Mesa (840 a.C.) como rey de Israel, y también en el Obelisco Negro (827 a.C.), que lo describe con palabras y figuras: “Jehú, hijo de Omri”, pagó tributos al rey asirio. Un siglo más tarde otro rey asirio, en dos inscripciones diferentes, recibió el título de “Conquistador de Samaria y de toda la tierra de la casa de Omri”. Todo eso significa que Israel, el reino del norte, durante más o menos 150 años estuvo asociado al nombre de Omri. Desde el punto de vista internacional y político, Omri fue alguien importante, pero, desde el punto de vista de Dios, no mereció mucha atención.
Foco: Saber que el mensaje de Jeremías fue dirigido a una crisis espiritual que terminó con el exilio babilónico. Sin embargo esa crisis se fue formando a lo largo de siglos (durante los cuales la gracia se prolongó) y fue provocada por una creciente apostasía que se manifestó porque colocaron las elecciones personales sobre la voluntad de Dios.