Lección 3: ¿Quién es Jesucristo? 2º Trim/2015 – Escuela Sabática
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¿Quién es Jesucristo?
Motivación:
Dicen que un quinto de la población del mundo asistió a la transmisión por la televisión cuando el primer hombre pisó la Luna. Este era un hecho admirable que todavía es difícil de creer. Algo más impresionante todavía sucedió cuando Dios pisó la Tierra. Cuando Jesús trajo el secreto de Dios a esta Tierra, fue una visitación divina.
Foco: Entender que Jesús fue en todo semejante a sus hermanos. Se hizo carne, de la misma manera que nosotros. Tenía hambre, sed y cansancio. Se sustentaba con alimento y descansaba por medio del sueño. Era Dios en carne. Compartió la suerte del hombre: no obstante, fue el inmaculado Hijo de Dios.
Comprensión:
I. Títulos de Jesús
Pregunta 1: ¿Cuáles son las implicaciones del título “Hijo de Dios”? (Luc. 1:31-35).
Esa expresión aparece en 45 pasajes del NT.
Significa que la Divinidad dio a la humanidad el mayor don del Cielo: el “Hijo del Altísimo”.
El título “Hijo de Dios” denota la unidad y la igualdad de la esencia dentro de la Divinidad.
Pregunta 2: ¿Cuáles son las implicaciones del título “Hijo del hombre”? (Luc. 5:24; 6:5).
II. Divinidad de Jesús
Pregunta 3: ¿La naturaleza humana del Hijo de María fue transformada en la naturaleza divina del Hijo de Dios?
No, las dos naturalezas se fundieron misteriosamente en una sola persona: el hombre Cristo Jesús.
Pregunta 4: ¿Por qué es tan importante saber la respuesta correcta a la pregunta de Jesús: “¿Quién dice la gente que soy yo?” (Luc. 9:18).
Aplicación:
1. Ante la transfiguración los discípulos estaban soñolientos.
¿Cuál es su condición antes del regreso de Jesús?
2. ¿Quién es Jesús para usted? ¿Espera algo de parte de él? ¿Qué espera usted en su vida?
Creatividad:
Jesús respondió a la pregunta de los discípulos de Juan el Bautista sobre si era él quien habría de venir o si debían esperar a otro:
Los sordos oyen, los ciegos ven, los cojos caminan.
Cada vez que alguien nos pide dar razón de nuestra fe, éste debe reconocer a Dios por los frutos evidentes de nuestra vida.
Para muchos, la única evidencia de Dios somos nosotros mismos.